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.Perocuando me vaya tendrás que bajar de nuevo ahí a no ser que quieras morir.Claro, has decomprender que los mortales no deben vernos demasiado a menudo, pues entoncespodrían empezar a pensar en cosas que no deben saber.Las mujeres casi nunca nosven, pues en cuanto nos ven aprenden esas cosas.Sin embargo, podemos aparecer antelos niños siempre que nos plazca, pues lo olvidan todo igual que tú.Avanzó por el agua serpenteando como un reptil, haciéndome una seña para que lasiguiera.Grité pero sólo conseguí arrojar un chorro de agua por la boca.- Europa me habló de ti.Es bastante amiga mía, aunque está demasiado orgullosa desí misma porque solía acostarse antes con El que Desciende.A veces, Padre se les aparece a los marinos antes de las tormentas si piensa que van a morir todos en ella.¿Sabías eso?Toe miró por encima del hombro para ver cómo reaccionaba pero yo no hice sinomenear la cabeza.- Entonces los marinos dicen: «¡Mirad, es el anciano del mar!», y recogen su vela otiran el ancla y algunas veces sobreviven.¿No crees que es muy bondadoso por su parteavisarles así?Asentí y me di cuenta de que estábamos nadando hacia arriba, ascendiendo comohacen los halcones en la brisa.El caracol marrón parecía ahora muy pequeño, pero a sualrededor vi muchas piernas de hombres moviéndose sin cesar.- Y a veces mis hermanas y yo nos mostramos a los barcos que van a chocar conalgún escollo.Les gritamos para avisarles, pero nuestras voces son muy agudas cuandoestamos fuera del agua y los marinos se dicen entre ellos que cantamos para llevarles ala muerte.Por lo que me había dicho supuse la razón de que no hubiera sido capaz de hablarhasta ahora.Agudizando mi voz todo lo que pude dije que eso era muy injusto por partede los marinos.Ella rió al oír mi graznido.- Pero a veces lo hacemos.Verás, algunas veces los barcos no están condenadostodavía y entonces intentamos hacerles volver para no meternos luego en problemas.Nospeinamos el cabello unas a otras y admiramos nuestra belleza cual si fuéramos mujeresmortales.Normalmente eso siempre les hace venir.No es que estemos haciendotrampas, porque luego solemos acostamos con los que sobreviven al naufragio.Lohacemos antes de que se encuentren demasiado débiles y sedientos.Pero yo no lo hago,porque soy la más joven.Esta será mi primera vez.Hasta que oí esas palabras me había parecido como si hubiera sido arrojado de mimundo a otro que jamás podría abandonar, y su extraña belleza me había tenidodemasiado fascinado como para que se me ocurriera la idea de intentar hacerlo.Ahoracomprendí que si podía llegar hasta el aire que había debajo me encontraría de nuevojunto a Drakaina y los hombres que luchaban en la cubierta.Le hice un gesto para quecomprendiera lo que pensaba hacer y Toe me cogió por los cabellos.- No debes tener miedo - me dijo -.Damos a luz vuestros hijos bajo el mar, para que seahoguen.Al ver mi expresión de horror añadió:- Bésame al menos antes de irte, para que así no deba avergonzarme ante mishermanas.Sus brazos delgados y fríos rodearon mi cuello, y cuando sus labios rozaron los míosme pareció que había estado toda mi vida ardiendo de fiebre en tanto que ahora sólodeseaba refrescarme para siempre en la gélida profundidad de los mares del norte, dondela nieve cae suavemente del cielo hasta flotar sobre las olas cual las blancas plumas delos gansos.Mi cabeza emergió en la superficie y, al agitarla, el agua marina voló de mis cabellos.Cuando abrí la boca, obligándome a respirar, vomité un chorro de agua como el que brotaen esas fuentes en las que hay tallado un rostro humano.El agua tenía un sabor amargoa causa de la sal, y al brotar también de mis fosas nasales me hizo sentir un fuerteescozor.Una ola rompió sobre mi cabeza mientras yo me debatía boqueando intentandorespirar.No podía recordar si era capaz de nadar bien o no, pero estaba seguro de queme sería imposible nadar tan bien como Toe.De pronto pensé que Pasicrates no mehabría lanzado por la borda sin haber estado seguro de que sabía nadar, y antes de quetodos esos pensamientos hubieran tenido tiempo material de ordenarse en mi cabeza yaestaba nadando, aunque ignoro hacia dónde. Ya casi había oscurecido, y mientras nadaba, sintiendo cómo las olas me levantabanpara hacerme caer de nuevo a continuación, las estrellas fueron apareciendo una a unadibujando las siluetas de los dioses y las bestias.Descubrí la Osa Mayor y, guiándomepor ella, Polaris.El capitán había dicho que el viento del norte no nos convenía y por ellodeduje que habíamos estado navegando rumbo al norte, teniendo la tierra al oeste y laIsla del Buen Ganado al este [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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