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.Le dice a Laura: Tiene que estar exhausta. No sé muy bien cómo estoy  dice Laura.  Siéntese, por favor  dice Clarissa.¿Cree que podría comer algo? Oh, creo que no.Gracias.Clarissa guía a Laura hasta el sofá.Laura toma asiento, agradecida pero cautelosamente,como si estuviese muy cansada pero no segura de que el sofá fuese perfectamenteestable.Julia se sitúa delante de Laura, se inclina hasta acercarse a su oído. Voy a prepararle una taza de té  dice.También hay café.O un brandy. Una taza de té me sentaría bien.Gracias. En serio, también debería comer algo  dice Julia.Apuesto a que está en ayunasdesde que ha salido de casa, ¿verdad? Bueno.Julia dice: Voy a traerle algo de la cocina. Eres muy amable, querida  dice Laura.Julia lanza una ojeada a Clarissa. Mamá  dice quédate aquí con la señora Brown.Sally y yo vamos a ver qué tenemos. Muy bien  dice Clarissa.Se sienta en el sofá, al lado de Laura.Se limita a hacer lo quesu hija le ha dicho que haga, y encuentra un alivio sorprendente en obedecerla.Quizá,piensa, una podría empezar a morirse de este modo: las atenciones de una hija adulta, lascomodidades de una habitación.Así pues, esto es la edad.Éstos son los pequeñosconsuelos, la lámpara y el libro.Esto es el mundo, cada vez más gobernado por personasque no son tú; cuya actuación será buena o mala; que no te miran cuando se cruzancontigo en la calle.Sally le dice a Clarissa:  ¿No es demasiado macabro comer las cosas de la fiesta?.Están intactas. No me lo parece  dice Clarissa.Creo que Richard seguramente lo hubiese aprobado.Mira nerviosamente a Laura.Esta sonríe, se abraza los codos.Se diría que ve algo en laspunteras de sus zapatos. Si  dice Laura.Creo que sí lo hubiese aprobado.Según el reloj, son las doce y diez de la noche.Laura está sentada con una contención untanto mojigata, los labios apretados, los ojos entornados.Está esperando, piensa Clarissa,a que pase esta hora.Está esperando el momento de poder acostarse sola.Clarisa dice: Puede acostarse si quiere, Laura.El cuarto de invitados está al fondo del pasillo. Gracias  dice Laura.Lo haré dentro de un ratito.Se instaura un nuevo silencio que no es íntimo ni especialmente incómodo.Hela aquí pues,piensa Clarissa, esta es la mujer de la poesía de Richard.Es la madre perdida, la suicidafrustrada, es la mujer que huyó del hogar.Es a la vez chocante y tranquilizador, que esapersona resulte ser, de hecho, una anciana de aspecto corriente, sentada en un sofá, conlas manos en el regazo.Clarissa dice: Richard era un hombre maravilloso.Se arrepiente al instante.Ya comienzan los consabidos panegíricos; ya se revaloriza aldifunto como un ciudadano respetable, un bienhechor, un hombre maravilloso.¿Por qué hadicho eso? Para consolar a una anciana, en realidad, y para congraciarse con ella.Y, deacuerdo, lo ha dicho para sentar su derecho sobre el cuerpo: Le conocí muy íntimamente,yo soy la primera que le juzgará.En este momento le gustaría ordenar a Laura Brown quese vaya a la cama, que cierre la puerta y que se quede en su habitación hasta el díasiguiente. Sí  dice Laura.Y era un escritor magnífico, ¿no cree?  ¿Ha leído sus poemas? Sí.Y la novela.Lo sabe, entonces.Lo sabe todo de Clarissa, y sabe que ella misma, Laura Brown, es elespectro y la diosa de un pequeño conjunto de mitos privados que se han hecho públicos(si público no es un vocablo demasiado grandioso para la reducida y tenaz banda delectores de poesía que quedan).Sabe que ha sido idolatrada y despreciada; sabe que haobsesionado a un hombre que acaso resulte que era un artista importante.Está sentadaaquí, con la piel salpicada de manchas y un vestido estampado.Dice con calma, hablandode su hijo, que era un escritor magnífico. Sí  dice Clarissa, impotente.Era un escritor magnífico. Usted nunca le publicó, ¿verdad? No.Éramos demasiado amigos.Habría sido sumamente complicado. Sí.Lo comprendo. Los editores deben tener cierta objetividad [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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