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.Tragué saliva.¿Sería cierto? ¿Era tan poderoso que los trucos y la voz le salían solos? No; si Jean-Claude podía controlarlos, él también.—Basta de jueguecitos, ¿vale? Si quiere hablar de negocios, adelante, pero nada más.Su sonrisa se amplió, aunque no tanto como para enseñar los colmillos.Con unos pocos siglos de práctica se puede aprender a sonreír así.Y entonces se echó a reír.Fue un sonido maravilloso, como el de una cascada que invitara a zambullirse.—¡Basta!Le vi los colmillos cuando terminó de carcajearse.—Si ha detectado mis jueguecitos, como usted dice, no ha sido por las marcas vampíricas.Se trata de un talento natural, ¿no es así?—Lo tenemos casi todos los reanimadores.—No en su grado, señorita Blake.Lo noto en la piel.Tiene poderes de nigromante.Fui a negarlo, pero me contuve: no servía de nada mentir en algo así.Tenía delante al vampiro más antiguo que hubiera podido concebir, más antiguo que en mis peores pesadillas.Pero no hacía que me dolieran los huesos: me hacía sentir bien.Mejor que Jean-Claude, mejor que nada en el mundo.—Podría serlo, pero elegí otro camino.—No, señorita Blake.Todos los muertos reaccionan ante usted.Hasta yo siento el estímulo.—¿Quiere decir que también tengo poder sobre los vampiros?—Si aprendiera a controlar su talento, sin duda.Tendría un poder indudable sobre los muertos y nomuertos de toda índole.Fui a preguntarle cómo podía conseguirlo, pero ¿para qué molestarse? No era probable que un maestro vampiro fuera a darme pistas sobre la forma de dominar a sus seguidores.—Me está llevando al huerto.—Le aseguro que hablo muy en serio.Su poder emergente es lo que ha atraído al amo de los vampiros de la ciudad.Quiere controlarlo, por miedo a que se vuelva contra él.—¿De dónde se saca eso?—Noto su sabor en las marcas que le ha dejado.Me quedé mirándolo.Notaba el sabor de Jean-Claude.Mierda.—¿Qué quiere de mí?—Directa al grano.Me gusta.La vida humana es demasiado corta para malgastarla con trivialidades.¿Se trataba de una amenaza? Su rostro sonriente no me daba ninguna pista.Seguía teniendo los ojos brillantes, y seguía irradiando simpatía.Contacto visual; parecía nueva.Clavé la vista en la mesa y me sentí mejor.O peor: de repente era capaz de asustarme.—Dice Inger que tiene un plan para derrotar al amo de la ciudad.¿En qué consiste? —le pregunté a la mesa.Ardía en deseos de levantar la vista, de mirarlo a los ojos, de perderme en su calidez reconfortante.Todas las decisiones serían tan fáciles… Sacudí la cabeza—.Si sigue invadiéndome la mente, daré por terminada la reunión.Volvió a reírse, con un sonido tan acogedor que se me pusieron los pelos de punta.—Es muy buena.Hacía siglos que no conocía a ningún humano que estuviera a su altura… Una nigromante, nada menos.¿Se da cuenta de lo infrecuente que es esa habilidad?—Sí —dije por decir algo.—Por favor, señorita Blake, no se moleste en mentirme.—No he venido a hablar de mí.Si no quiere contarme su plan, adiós.—Yo soy el plan.Puede percibir mi poder, el transcurso de más siglos de los que podría soñar su insignificante amo.Me remonto a la noche de los tiempos.No sería para tanto, pero lo dejé estar.Era suficientemente antiguo para que no quisiera discutir con él, si podía evitarlo.—Entrégueme al amo y la liberaré de sus marcas —añadió.Subí la vista y volví a bajarla rápidamente.Seguía sonriendo, pero ya no colaba.Era una escenificación, como lo demás.Muy buena, eso sí.—Si nota el sabor del amo en mis marcas, ¿no puede encontrarlo por su cuenta?—Percibo su poder y puedo evaluarlo como enemigo, pero no sé cómo se llama ni dónde se oculta.—Lo dijo en serio, sin intentar manipularme.Al menos, no me pareció que lo intentara; quizá se tratara de otro truco.—¿Qué quiere de mí?—Que me diga quién es y dónde se oculta durante el día.—No sé lo segundo.—Me alegraba que además fuera cierto, porque el vampiro habría olido la mentira.—Entonces, deme su nombre.—¿Por qué?—Porque quiero ser el amo de la ciudad.—¿Para qué?—¡Cuántas preguntas! ¿No le parece suficiente que la libere de su influencia?—No.—Sacudí la cabeza para enfatizarlo.—¿Qué le importa la suerte que corran los vampiros?—En realidad, nada, pero antes de darle potestad sobre toda esta zona, me gustaría saber qué piensa hacer con ella.Volvió a reír, sin trucos.Al menos ponía algo por su parte.—Llevaba mucho tiempo sin conocer a un ser humano tan testarudo.Me gustan las personas obstinadas; el mundo avanza gracias a ellas.—Responda a mi pregunta.—No estoy nada conforme con que los vampiros tengan derechos ciudadanos.Quiero dejar las cosas como estaban antes.—¿Por qué desea que se vuelva a hostigar a los vampiros?—Son demasiado poderosos para permitirles campar a sus anchas.Sojuzgarán a la humanidad mucho más fácilmente amparándose en la legislación y el derecho de voto que recurriendo a la violencia.Pensé en la Iglesia de la Vida Eterna, el credo de crecimiento más rápido del país.—Supongamos que tiene razón.¿Cómo lo evitaría?—Impidiendo que tengan voz ni voto.—Hay más maestros vampiros en la ciudad.—¿Se refiere a Malcolm, el preboste de la Iglesia de la Vida Eterna?—Sí.—Lo he observado, y no permitiré que prospere su cruzada para legitimar a los vampiros.Desmantelaré su iglesia y prohibiré su fe.Sin duda, estará de acuerdo conmigo en que representa un peligro notorio.—Lo estaba, pero no me daba la gana mostrarme de acuerdo con un maestro vampiro.Me parecía mal.Continuó—: San Luis es un hervidero de vampiros metidos en política y negocios; hay que detenerlos [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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.Tragué saliva.¿Sería cierto? ¿Era tan poderoso que los trucos y la voz le salían solos? No; si Jean-Claude podía controlarlos, él también.—Basta de jueguecitos, ¿vale? Si quiere hablar de negocios, adelante, pero nada más.Su sonrisa se amplió, aunque no tanto como para enseñar los colmillos.Con unos pocos siglos de práctica se puede aprender a sonreír así.Y entonces se echó a reír.Fue un sonido maravilloso, como el de una cascada que invitara a zambullirse.—¡Basta!Le vi los colmillos cuando terminó de carcajearse.—Si ha detectado mis jueguecitos, como usted dice, no ha sido por las marcas vampíricas.Se trata de un talento natural, ¿no es así?—Lo tenemos casi todos los reanimadores.—No en su grado, señorita Blake.Lo noto en la piel.Tiene poderes de nigromante.Fui a negarlo, pero me contuve: no servía de nada mentir en algo así.Tenía delante al vampiro más antiguo que hubiera podido concebir, más antiguo que en mis peores pesadillas.Pero no hacía que me dolieran los huesos: me hacía sentir bien.Mejor que Jean-Claude, mejor que nada en el mundo.—Podría serlo, pero elegí otro camino.—No, señorita Blake.Todos los muertos reaccionan ante usted.Hasta yo siento el estímulo.—¿Quiere decir que también tengo poder sobre los vampiros?—Si aprendiera a controlar su talento, sin duda.Tendría un poder indudable sobre los muertos y nomuertos de toda índole.Fui a preguntarle cómo podía conseguirlo, pero ¿para qué molestarse? No era probable que un maestro vampiro fuera a darme pistas sobre la forma de dominar a sus seguidores.—Me está llevando al huerto.—Le aseguro que hablo muy en serio.Su poder emergente es lo que ha atraído al amo de los vampiros de la ciudad.Quiere controlarlo, por miedo a que se vuelva contra él.—¿De dónde se saca eso?—Noto su sabor en las marcas que le ha dejado.Me quedé mirándolo.Notaba el sabor de Jean-Claude.Mierda.—¿Qué quiere de mí?—Directa al grano.Me gusta.La vida humana es demasiado corta para malgastarla con trivialidades.¿Se trataba de una amenaza? Su rostro sonriente no me daba ninguna pista.Seguía teniendo los ojos brillantes, y seguía irradiando simpatía.Contacto visual; parecía nueva.Clavé la vista en la mesa y me sentí mejor.O peor: de repente era capaz de asustarme.—Dice Inger que tiene un plan para derrotar al amo de la ciudad.¿En qué consiste? —le pregunté a la mesa.Ardía en deseos de levantar la vista, de mirarlo a los ojos, de perderme en su calidez reconfortante.Todas las decisiones serían tan fáciles… Sacudí la cabeza—.Si sigue invadiéndome la mente, daré por terminada la reunión.Volvió a reírse, con un sonido tan acogedor que se me pusieron los pelos de punta.—Es muy buena.Hacía siglos que no conocía a ningún humano que estuviera a su altura… Una nigromante, nada menos.¿Se da cuenta de lo infrecuente que es esa habilidad?—Sí —dije por decir algo.—Por favor, señorita Blake, no se moleste en mentirme.—No he venido a hablar de mí.Si no quiere contarme su plan, adiós.—Yo soy el plan.Puede percibir mi poder, el transcurso de más siglos de los que podría soñar su insignificante amo.Me remonto a la noche de los tiempos.No sería para tanto, pero lo dejé estar.Era suficientemente antiguo para que no quisiera discutir con él, si podía evitarlo.—Entrégueme al amo y la liberaré de sus marcas —añadió.Subí la vista y volví a bajarla rápidamente.Seguía sonriendo, pero ya no colaba.Era una escenificación, como lo demás.Muy buena, eso sí.—Si nota el sabor del amo en mis marcas, ¿no puede encontrarlo por su cuenta?—Percibo su poder y puedo evaluarlo como enemigo, pero no sé cómo se llama ni dónde se oculta.—Lo dijo en serio, sin intentar manipularme.Al menos, no me pareció que lo intentara; quizá se tratara de otro truco.—¿Qué quiere de mí?—Que me diga quién es y dónde se oculta durante el día.—No sé lo segundo.—Me alegraba que además fuera cierto, porque el vampiro habría olido la mentira.—Entonces, deme su nombre.—¿Por qué?—Porque quiero ser el amo de la ciudad.—¿Para qué?—¡Cuántas preguntas! ¿No le parece suficiente que la libere de su influencia?—No.—Sacudí la cabeza para enfatizarlo.—¿Qué le importa la suerte que corran los vampiros?—En realidad, nada, pero antes de darle potestad sobre toda esta zona, me gustaría saber qué piensa hacer con ella.Volvió a reír, sin trucos.Al menos ponía algo por su parte.—Llevaba mucho tiempo sin conocer a un ser humano tan testarudo.Me gustan las personas obstinadas; el mundo avanza gracias a ellas.—Responda a mi pregunta.—No estoy nada conforme con que los vampiros tengan derechos ciudadanos.Quiero dejar las cosas como estaban antes.—¿Por qué desea que se vuelva a hostigar a los vampiros?—Son demasiado poderosos para permitirles campar a sus anchas.Sojuzgarán a la humanidad mucho más fácilmente amparándose en la legislación y el derecho de voto que recurriendo a la violencia.Pensé en la Iglesia de la Vida Eterna, el credo de crecimiento más rápido del país.—Supongamos que tiene razón.¿Cómo lo evitaría?—Impidiendo que tengan voz ni voto.—Hay más maestros vampiros en la ciudad.—¿Se refiere a Malcolm, el preboste de la Iglesia de la Vida Eterna?—Sí.—Lo he observado, y no permitiré que prospere su cruzada para legitimar a los vampiros.Desmantelaré su iglesia y prohibiré su fe.Sin duda, estará de acuerdo conmigo en que representa un peligro notorio.—Lo estaba, pero no me daba la gana mostrarme de acuerdo con un maestro vampiro.Me parecía mal.Continuó—: San Luis es un hervidero de vampiros metidos en política y negocios; hay que detenerlos [ Pobierz całość w formacie PDF ]