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.«La sangre y los huesos de los cazadores de demonios son en sí mismos una poderosa protección contra el mal.Incluso en la muerte, la Clave sirve a la causa», recordó.—¡Uh! —asistió Isabelle—.Se considera un honor.Además, no es como si vosotros, mundis, no quemaseis a vuestros muertos.«Eso no hace que no resulte escalofriante», pensó Clary.El olor a cenizas y humo flotaba con fuerza en el aire, y lo recordaba de la última vez que estuvo allí; pero había algo más bajo aquellos olores, un hedor más fuerte y denso.Como a fruta podrida.Frunciendo el entrecejo como si él también lo oliera, Alec sacó uno de sus cuchillos ángel del cinturón.—Arathiel —musitó, y el resplandor del cuchillo se unió a la luz mágica de Clary.Localizaron la segunda escalera y descendieron a una penumbra aún más espesa.La luz mágica parpadeó en la mano de Clary como una estrella moribunda; la muchacha se preguntó si las piedras de luz mágica alguna vez se quedaban sin energía, como las linternas se quedaban sin pilas.Esperó que no.La idea de verse sumida en una oscuridad total en aquel lugar escalofriante la llenaba de un terror visceral.El olor a fruta podrida aumentó en intensidad cuando llegaron al final de la escalera y se encontraron en otro largo túnel.Éste daba a un pabellón rodeado por agujas de hueso tallado: un pabellón que Clary recordaba muy bien.Incrustaciones de estrellas de plata salpicaban el suelo a modo de valioso confeti.En el centro del pabellón había una mesa negra.Un fluido oscuro se había reunido en su resbaladiza superficie y goteaba en el suelo formando riachuelos.Cuando Clary se había presentado ante el Consejo de Hermanos, había habido una gruesa espada de plata colgando en la pared situada tras la mesa.La Espada había desaparecido, y en su lugar, un gran abanico escarlata manchaba la pared.—¿Es eso sangre? —susurró Isabelle; su voz no sonó asustada, sólo atónita.—Lo parece.—Los ojos de Alec escrutaron la habitación.Las sombras eran espesas como pintura, y parecían llenas de movimiento.Alec asía con fuerza el cuchillo serafín.—¿Qué puede haber sucedido? —se preguntó Isabelle—.Los Hermanos Silenciosos., creía que eran indestructibles.Su voz se fue apagando mientras Clary, con la luz mágica de su mano, captaba extrañas sombras entre las agujas del techo.Una tenía una forma más extraña que las demás.Clary deseo que la luz mágica ardiera con más fuerza, y ésta lo hizo, lanzando un rayo de claridad a los lejos.Atravesado en una de las agujas, como un gusano en un anzuelo, estaba el cuerpo sin vida de un Hermano Silencioso.Las manos, cubiertas de sangre, colgaban justo por encima del suelo de mármol.El cuello del hombre parecía partido.La sangre había formado un charco bajo él, coagulada y negra bajo la luz mágica.Isabelle lanzó una exclamación ahogada.—Alec.¿Ves.?—Lo veo.—La voz del muchacho era sombría—.Y he visto cosas peores.Es Jace quien me preocupa.Isabelle se adelantó y tocó la mesa de basalto negro, rozando la superficie con los dedos.—Esta sangre es casi fresca.Lo que haya sucedido ha pasado no hace mucho.Alec fue hacia el cadáver empalado del Hermano.Unas marcas de sangre se alejaban del charco que hacía en el suelo.—Pisadas —dijo—.De alguien corriendo.Alec indicó con un gesto de la mano que las muchachas debían seguirlo.Éstas lo hicieron, Isabelle deteniéndose sólo para limpiarse las manos ensangrentadas en los suaves protectores de cuero de las piernas.La senda de pisadas les condujo fuera del pabellón y por un túnel estrecho, que bajaba desapareciendo en la oscuridad.Cuando Alec se detuvo, mirando a su alrededor, Clary se adentró en él con impaciencia, dejando que la luz mágica abriera un sendero de luz blanca plateada ante ellos.Alcanzó a ver unas puertas dobles al final del túnel; estaban entornadas.Jace.De algún modo le sentía, percibía que se hallaba cerca.Avanzó a paso ligero, con las botas taconeando con fuerza contra el duro suelo.Oyó que Isabelle la llamaba, y en seguida Alec e Isabelle también corrían, pegados a sus talones.Cruzó como una exhalación las puertas del final del corredor y se encontró en una enorme sala de piedra dividida en dos por una hilera de barrotes de metal profundamente hundidos en el suelo.Distinguió apenas una figura desplomada al otro lado de los barrotes.Justo en el exterior de la celda estaba tendida la forma inerte de un Hermano Silencioso.Clary supo de inmediato que estaba muerto.Fue por el modo en el que estaba caído, como una muñeca a la que han retorcido los miembros hasta rompérselos [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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