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.La casera hizo chasquear la lengua.—¿A qué negocios te dedicas, señor?—Soy consignatario —mintió Hermógenes sin titubear—.En la corporación de Mirtilos y Firmo.¿Te suena?—No —contestó Gelia con renovado interés—.¿Qué transportan?—Grano.—Aunque aquello resultó a todas luces decepcionante para la casera, Hermógenes siguió adelante con su impostura—.Grano egipcio.El emperador, como es bien sabido, ha estado abasteciendo esta ciudad con cantidades cada vez mayores de grano procedente de Egipto, pero, a decir verdad, conseguir que los cargamentos lleguen hasta aquí es un trabajo digno de Heracles.Ese puerto de Ostia es un chiste.No admite barcos de más de treinta toneladas.—¿Y eso no es grande?—¡Diminuto! —dijo Hermógenes con desdén—.Bueno, serviría para mercancías de lujo pero.¿para grano? No sale rentable despachar grano en cantidades tan pequeñas.Y cuando las naves llegan a puerto, ni siquiera hay una grúa de las dimensiones debidas para descargarlas.Tienen que hacerlo estibadores, lo que aumenta aún más los costes.—Había comenzado a hablar con la mera intención de aburrir a la casera hasta el punto de disipar todas sus sospechas, pero ahora lo estaba rondando una idea—.Nuestra corporación y otras dos que se han encontrado con los mismos problemas han solicitado al emperador que mejorara el puerto de Ostia.Necesita un buen dragado y un rompeolas además de grúas, lo cual significaría una inversión importante en obras públicas.Reunimos cierta suma de dinero para persuadir a uno de los amigos del emperador para que le planteara el asunto y encontramos a un intermediario romano que nos aseguró que averiguaría quién era el hombre más adecuado para esta misión, pero sospecho que este romano, el socio que he mencionado antes, se ha quedado con todo el dinero.Por eso nos peleamos.—¡Vaya! —exclamó Gelia, encantada—.¿Y cuando le plantaste cara te echó de su casa en plena noche?—Me marché después de una disputa muy subida de tono —explicó Hermógenes en un tono atribulado—.Ay, Zeus, ambos perdimos los estribos.Pero ahora se me ocurre que quizá puedas ayudarme.—¿Yo? —preguntó la casera, pasmada.Hermógenes asintió con la cabeza.—Verás, mi socio romano dice que entregó el dinero a un amigo del emperador pero yo desconozco el nombre de ese amigo.Sólo sé que mi socio se refirió a él como Tito, supongo que para impresionarme demostrándome la familiaridad con que trataba a un hombre tan importante.Ahora que he discutido con mi socio, quiero averiguar si este Tito sabe algo acerca de nuestra petición o del dinero que se supone que ha recibido.Pero yo no soy romano y no sé cuáles de los amigos del emperador se llaman así.Tú pareces una mujer conocedora de la ciudad y estoy convencido de que aunque tampoco lo sepas, alguna de tus amistades lo sabrá.Estoy dispuesto a pagar un denario por una lista de nombres.Gelia sonrió de oreja a oreja, mostrando un diente renegrido.—¿Y luego qué? ¿Irás a preguntarles uno por uno si han recibido algún dinero de tu parte?—¡No, no, no! —replicó Hermógenes afablemente—.Lo más probable es que no sean muchos y además podré descartar a la mayoría enseguida.Por suerte Tito no es un nombre tan común como, por ejemplo, Cayo.Cuando haya reducido la lista a dos o tres personas, efectuaré averiguaciones con suma discreción entre sus socios o esclavos antes de ponerme en contacto con ellos.Entonces, si mi socio nos ha estafado, podré denunciarlo ante Mirtilos y Firmo.—Llevas razón en cuanto a que no es un nombre demasiado común —dijo la mujer, pensativa—.El único Tito importante que me viene a la cabeza ahora mismo es el general Estatilio Tauro.¿ Podría ser él?—Podría —respondió Hermógenes sin pestañear—.Es el prefecto de la ciudad, así que no sería raro que estuviese interesado en el abastecimiento de grano.Pero me gustaría asegurarme de que no existen otras posibilidades antes de empezar a hacer preguntas.No quisiera ofender en modo alguno a un hombre tan importante.—Entiendo por dónde vas.Bien, muy bien.¿Quieres darme ese denario? Conozco a un par de ancianos que se acuerdan de los nombres de toda la gente que ha sido alguien desde que julio César se convirtió en dios, pero sólo hablarán si les doy vino.—Sus ojos brillaron con avidez, y a Hermógenes no le cupo la menor duda de que quería el vino para sí.Cántabra sacó una de las monedas que había estado cosiendo al cinturón y se la entregó a la casera sin mediar palabra.Gelia la aceptó encantada y la metió rápidamente en su monedero.—Si pudieras interrogarlos con discreción.—sugirió Hermógenes con aire de disculpa—.Preferiría que mi socio no se enterase de lo que estoy haciendo.—¡Descuida! —contestó Gelia alegremente—.No se enterará de nada.Déjalo en mis manos.Salió de la habitación entusiasmada.Hermógenes la observó marcharse y luego suspiró.—Algo me dice que no encontraré la habitación limpia esta tarde.—No —convino Cántabra, sonriendo—.Se llevará ese dinero, comprará un ánfora grande de vino barato e invitará a sus amigos.Al anochecer estará como una cuba.Pero ha sido una maniobra inteligente.Ella y sus amigos conocerán a todos los Titos que ejerzan un cargo oficial.Ya sabía yo que se te ocurriría algo.Hermógenes se desperezó.—Te debo siete denarios.—Trece —lo corrigió Cántabra—.Los siete que he dado a Gelía más el jornal de tres días.—Préstame un poco de suelto para pagar un baño y a un barbero y lo dejamos en veinte.Cántabra frunció el ceño.—No deberías ir a un barbero.Acabas de decir que andarán preguntando por ti en esa clase de sitios.Probablemente no deberías salir para nada.Hermógenes enarcó las cejas.—Quiero un baño y un afeitado.Ayer no me afeité y estoy lleno de picaduras de pulgas.Aunque hagan pesquisas en las barberías, e incluso si se presentan en la barbería acertada a lo largo de la mañana, lo único que averiguarán será que he estado allí.Por favor, préstame el dinero o tendré que empeñar el broche de mi túnica.Cántabra puso cara de pocos amigos pero fue a su cuarto, salió de él con el estuche de plumas y extrajo unas cuantas monedas de cobre.—Nunca lo he entendido —murmuró entregándoselas—.¡Tanto lavarse! ¡Cada día baños, baños y más baños! ¿Y qué tiene de malo llevar barba?Ella se tomó su tiempo para terminar de coser el cinturón y luego lo acompañó en la expedición, llevando consigo las cartas de crédito de Hermógenes y el estuche de plumas con el resto de sus monedas, todo ello envuelto en la toga buena de su patrono para no dejarlo en la casa de huéspedes al alcance de algún amigo de lo ajeno.Las termas más cercanas quedaban sólo a un par de manzanas, en el Campo de Marte, y sus nuevas instalaciones eran magníficas [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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