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.Pero entonces ya había entrado en la tienda, porque era una tienda, bastante grandepor cierto.A mi alrededor se alineaban las conocidas máquinas tragaperras.Y allí,contando monedas en la grita del cambio, estaba Sam Heideman en persona, mirándomecon una expresión tan asombrada como la mía.- ¡El viejo Wherry! - exclamó -.¡Vaya con la sorpresa! - Lo malo es que no dijo«vaya».pero no se molestó en disculparse ante Ma y Ellen hasta que él y yo noshubimos golpeado enérgicamente la espalda, y le hube presentado a Johnny Lane.Era igual que en los viejos tiempos, cuando estábamos en las ferias de Marte y Venus.Empezó a contar a Ellen lo alta que ella era la última vez que la vio y a preguntarle sirealmente se acordaba de él.En aquel momento Ma sorbió.Cuando Ma sorbe de este modo, significa que algo le ha llamado la atención, así queaparté los ojos del viejo Sam, miré a Ma, y después al lugar hacia donde Ma estabamirando.No sorbí, pero me quedé boquiabierto.Una mujer venía hacia nosotros desde el fondo de la tienda, y digo que era una mujerporque no se me ocurre la palabra apropiada para describirla, si es que hay alguna.Erasanta Cecilia, Ginebra y una favorita en una sola persona.Era como una puesta de sol enNuevo México y las frías lunas plateadas de Marte vistas desde los Jardines Ecuatoriales.Era como un valle de Venus en primavera, y como Dorzalski tocando el violín.Era algoextraordinario.Oí una exclamación junto a mí, que me resultó desconocida.Tardé un segundo encomprender por qué; era la primera vez que a Johnny Lane se le escapaba unaexclamación en mi presencia.Tuve que hacer un esfuerzo pero desvié la vista para mirarsu rostro.Y pensé: «Oh., oh.¡Pobre Ellen!» Porque el pobre muchacho estabaembelesado, eso era indudable. Y, justo a tiempo - es posible que al ver a Johnny me ayudara -, conseguí recordar queya he pasado de los cincuenta y que soy feliz en mi matrimonio.Me agarré al brazo de May resolví no soltarlo.- Sam - dije -, ¿qué diablos.? Bueno, quiero decir.Sam se volvió y miró a su espalda.Dijo:- Señorita Ambers, me gustaría presentarle a unos viejos amigos míos que acaban dellegar.Señora Wherry, ésta es la señorita Ambers, la estrella cinematográfica.Después terminó las presentaciones; primero Ellen, después yo, y después Johnny.May Ellen se mostraron extremadamente corteses.Yo, por mi parte, quizá exagerase alpretender no fijarme en la mano que la señorita Ambers me tendía.Ya soy viejo, y tuve elpresentimiento de que podría olvidarme de soltársela si se la estrechaba.Ya puedenimaginarse la clase de muchacha que era.Johnny si que se olvidó de soltársela.Sam me estaba diciendo:- Oye, viejo pirata, ¿qué estás haciendo aquí? Pensaba que te dedicabas a lascolonias, y jamás hubiera creído encontrarte en un decorado cinematográfico.- ¿Un decorado cinematográfico? - Las cosas empezaban a tener algo de sentido.- Desde luego; Cine Planetario, S.A.Yo soy el asesor técnico de las escenas quetienen lugar en una feria.Querían unas imágenes de una sala de juegos, así quedesempolvé mis viejos trastos y los instalé aquí.En este momento, todos los muchachosestán en el campo de operaciones.Empecé a comprender.- ¿Y la fachada del restaurante que hay más arriba? ¿También es un decorado? -inquirí.- Claro, y la calle también.No la necesitaban pero tuvieron que filmar cómo la hacíanpara una secuencia.- ¡Ah! - Seguí preguntando -: ¿Y el avestruz de la pajarita, y los pájaros con hélices?Eso no puede ser un truco cinematográfico.¿O sí lo es? - Había oído decir que CinePlanetario hacía cosas que parecían imposibles.Sam meneó la cabeza con expresión desorientada.- Ni hablar.Debes de haberte tropezado con miembros de la fauna local.Hay algunos,pero no muchos, y no nos molestan para nada.Ma dijo:- Escúchame bien, Sam Heideman, ¿cómo es que si este planeta ha sido descubierto,no hemos oído hablar de él? ¿Desde cuando se conoce su existencia, y de qué se tratatodo esto?Sam soltó una carcajada.- Un hombre llamado Wilkins descubrió este planeta hace unos diez años.Informó alConsejo pero, antes de que difundieran la noticia, Cine Planetario se enteró y ofreció alConsejo un alquiler muy considerable por el lugar con la condición de que se mantuvieraen secreto.Como aquí no hay minerales ni nada de valor y la tierra no vale un céntimo, elConsejo se lo alquiló en esas condiciones.- Pero ¿por qué tiene que ser un secreto?- No hay visitantes, no hay distracciones, y han dado esquinazo a sus competidores.Todas las grandes compañías cinematográficas se espían unas a otras e intentan birlarselas buenas ideas.Aquí tienen todo el espacio que quieren y pueden trabajar en paz y sinque nadie les moleste.- ¿Qué harán cuando sepan que hemos descubierto su escondite? - pregunté.Sam soltó otra carcajada.- Me imagino que, ahora que estáis aquí, os tratarán a cuerpo de rey e intentaránconvenceros de que no os vayáis de la lengua.Además, quizá consigáis un pase gratuitopara todos los cines de la cadena Planetario. Se acercó a un armario y volvió con una bandeja llena de botellas y vasos.Ma y Ellenrehusaron, pero Sam y yo nos servimos una copa de un licor muy bueno.Johnny y laseñorita Ambers hablaban seriamente en un rincón de la tienda, así que no lesmolestamos, especialmente después de haberle dicho a Sam que Johnny no bebía.Johnny aún no le había soltado la mano y la miraba fijamente a los ojos como uncachorro mareado.Observé que Ellen se volvía de espaldas para no tener que verlos.losentí por ella, pero no podía hacer nada para remediarlo.Esas cosas ocurren.Y si nohubiera sido por Ma.Pero vi que Ma empezaba a ponerse nerviosa y dije que lo mejor era regresar a la navepara vestirnos más elegantemente, ya que iban a tratarnos a cuerpo de rey.Además,acercaríamos la nave.Estimé que podíamos quedarnos unos cuantos días en Nada Sirio [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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